Introducción
Un tema recurrente en consulta, a la hora de redirigir los hábitos dietéticos de un paciente es la posibilidad de endulzar el café con una “cucharadita de azúcar”. Pregunta, por otra parte que es lícita y esperable, dado que provenimos de un sistema que durante años se ha preocupado mucho de generar en nuestro paladar una tolerancia, posteriormente una adherencia y una adaptación al sabor dulce.
En este sentido, no es ningún secreto el gusto por el sabor dulce que se ha normalizado, ya desde edades bien tempranas, a nadie le extraña ver una galleta diseñada para bebés, pero eso es porque nadie se ha preocupado en leer su formulación, potitos, y otros productos elaborados y destinados a la alimentación infantil van generando en el cerebro desde edades muy tempranas adaptaciones a ese sabor dulce, hecho que afecta signitivamente la ingesta hasta ese momento consumida, por lo que si en principio el niño se saciaba con una galleta, con el tiempo, necesitará dos, y así progresivamente su umbral por el sabor dulce irá en aumento, Y es que nos es ningún secreto que el sabor dulce altera los mecanismos de hambre – saciedad.
De hecho si analizamos la mayor parte de los productos destinados a la población infantil, se ha normalizado su presencia en desayunos, meriendas y postres, sin que cause el más mínimo estupor. En la actualidad es s muy fácil que con los hábitos dietéticos actuales sobrepasemos las ingestas recomendadas de este azúcar antes incluso de llegar a la hora de comer.
No es de extrañar que la tasa de sobrepeso y obesidad infanto juvenil en España se sitúe en casi un 50%(según los datos del estudio ALADINO 2019), o lo que es lo mismo, uno de cada dos niños en España está en situación de sobrepeso u obesidad, sin que ello conlleve un cambio de tendencia en la publicidad o incluso en el consejo dietético que se da desde el centro de salud.
En el adulto la situación no mejora. De hecho, en este colectivo disminuye significativamente la capacidad de llevar a cabo cambios perdurables en el tiempo, porque contraviene en muchos casos con esas creencias que llevan escuchado toda la vida como “en mi casa se han comido galletas siempre y no tenía sobrepeso”.
La industria conocedora de esta circunstancia, va creando productos que aparentemente cubran las necesidades de perder peso y mantener el sabor ( a base de edulcorantes).
Estos edulcorantes no son inocuos, sino que producen efectos a nivel conductual, a nivel gastrointestinal. Entre los efectos que producen a nivel conductual el sabor dulce se caracteriza por producir bienestar, se asocia a felicidad, a relax (no es extraño ver slóganes “tómate un respiro”, “mañanas felices” y un largo etc . A nivel conductual generan comer emocional (es decir ese impulso que tenemos tras un mal día en el que nos decimos…”me merezco un helado”) y a nivel gastrointestinal el exceso de edulcorantes producen hinchazón abdominal, gases, diarrea, todo ello consecuencia de un progresivo deterioro de la microbiota intestinal.
De esta forma los productos light o zero cada vez más se han ccolado en las estanterías del súper supuestamente mejorando la calidad del producto de origen. ¿ Pero esto es verdad? Pues la verdad es que no.
El sabor dulce se ha normalizado tanto en nuestro contexto, que lo defendemos a ultranza como quien defiende su tesis doctoral con argumentos tan poco precisos como.,..
-Hala!! Qué exagerada pero si el azúcar es necesario!! El cerebro necesita azúcar para funcional¡¡
– Se me ha bajado la tensión voy a tomar un poco de agua y azúcar-
entre otros.
Y es que el cerebro no necesita azúcar para funcionar sino glucosa (que no es lo mismo) y ésta se obtiene de los alimentos ricos en proteínas (carnes, pollo, pescado, huevos, lácteos, legumbres, frutos secos) y de los alimentos ricos rn grasa y es entonces cuando nuestro organismo a través de procesos bioquímicos construye esa glucosa tan necesaria para que pueda funcionar con normalidad. Y la tensión mejora más con un café que con el azúcar.
En estos últimos años ha sido tan descarada el lavado de imagen que se ha generado en torno a los azúcares que a pie de calle o incluso en consulta se oyen cosas como:
¿El azúcar moreno es más sano que el blanco? ¿Es mejor la miel que el azúcar?
– El azúcar moreno es más sana que la blanca– o que la miel es mejor que el azúcar porque es más natural. O “ la panela es el endulzante más natural- Y…. tengo malas noticias… Todas ellas son falsas!!!! El azúcar moreno NO es más beneficiosa que el azúcar blanco ni siquiera si es bio, eco o de cualquier otro origen que pueda generar un aura falsa de salud. En este sentido la panela tampoco mejora los efectos metabólicos en el organismo, ni tampoco la miel por muy natural que sea y esto ocurre por dos motivos:
1º Por que la respuesta metabólica que se produce al consumir azúcar (blanca o morena, panela o miel) es la misma, es decir una elevación de la insulina.
La insulina es una hormona, producida por el páncreas cuya finalidad es la facilitar el acceso a las células de esos azúcares que circulan por la sangre y da igual el color del azúcar, o si es o no más natural, al ser un alimento que carece de fibra dietética la respuesta insulínica esexactamente la misma, una respuesta rápida que favorece que se produzca un pico en los niveles de insulina, hecho que se relaciona con la adiposidad ( es decir que favorece que se creen acúmulos grasos) y su ingesta a la larga y sostenida de manera regular en el tiempo se relacional con enfermedades metabólicas.
¿Mi alternativa son los edulcorantes?
Pues la verdad es que los edulcorantes no mejoran demasiado en panorama, sobre todo en lo que a la relación con la comida se refiere, a pesar de que la creencia generalizada es que son “mejores”. Desglosando esta creencia, es cierto que los edulcorantes no contienen calorías, PERO su sabor dulce, estimula nuestro sistema nerviosa y hace que comamos una mayor cantidad de alimentos. Por otro lado el abuso de edulcorantes altera nuestra microbiota (es decir esas bacterias intestinales que se localizan naturalmente en nuestro intestino) encargada de mantener nuestro equilibrio interno. Lo que puede generar distensión abdominal, dolor abdominal, gases, diarreas, entre otros síntomas.
La mejor respuesta a esta pregunta es que da igual el tipo de azúcar que utilices. Lo más trascendente es la cantidad, la cual, con el objetivo de conservar la salud, debes ir paulatinamente reduciendo de forma progresiva con el objetivo de acostumbrar a tu paladar iniciamente y al organismo a vivir activando otras rutas metabólicas para obtener energía. En este sentido, se debe de tener en cuenta reducción de los sabores dulces de manera general debe de ser gradual, para que no genere abstinencia, y para ello conviene sustuir los azúcares añadidos por la industria por los azúcares naturalmente presentes en los alimentos.
Si logras reducir estos azúcares añadidos tu calidad de vida mejorará considerablemente.